Época: Aragón Baja Edad Media
Inicio: Año 1276
Fin: Año 1479

Antecedente:
Aragón: de Pedro el Grande a Juan II
Siguientes:
Geografía del declive
Evolución de los precios
El problema de la crisis

(C) Josep M. Salrach



Comentario

Hacia 1300-1325 la población de la Corona debió alcanzar su plenitud medieval. Carecemos de las fuentes necesarias para dar cifras concretas pero los indicios son concluyentes: de los territorios originarios de la Corona (Aragón y Cataluña) salieron importantes contingentes humanos para el repoblamiento de Mallorca y del reino de Valencia durante el siglo XIII e incluso más tarde; la monarquía no tuvo graves dificultades para reclutar tropas con las que hacer frente a sus conflictos en la Península y el Mediterráneo; mercenarios catalanoaragoneses lucharon en Sicilia contra los Anjou, en el Norte de Africa al servicio de los sultanes hafsidas y abdaluidas, y en el Próximo Oriente, primero como aliados de los emperadores bizantinos y después como fuerzas independientes; las fuentes no hablan de despoblados sino de rivalidades por la posesión de tierras y pastos; el aparato productivo parecía disponer de la fuerza de trabajo necesaria; los marineros catalanes navegaron por el Mediterráneo en gran número; la monarquía encontró los colaboradores que precisaba; las filas de la Iglesia estaban también bien nutridas, etc. Que Jaime I construyera un segundo recinto amurallado alrededor de Barcelona en pleno siglo XIII y que Pedro el Ceremonioso hiciera lo propio, es decir, un tercer recinto, en pleno siglo XIV, corrobora esta impresión de un continuo crecimiento humano. Estudios locales, como el efectuado por I. Ollich con testamentos de Vic del siglo XIII, aportan datos más precisos: la historiadora encuentra un coeficiente familiar de 4,12 personas por familia y realiza cálculos aproximativos de la tasa de natalidad (2,88 por ciento) y de mortalidad (1,58 por ciento) que le permiten situar la tasa de crecimiento en un 1,29 por ciento, lo cual supone la duplicación de la población de Vic en el curso del siglo XIII. Naturalmente, no se pueden extrapolar estos datos al conjunto de la Corona, pero, unidos a otros menos precisos, confirman la idea de un crecimiento sostenido hasta el siglo XIV, y coinciden con la vieja propuesta de J. Vicens de admitir la duplicación de la población peninsular entre 1240 y 1340. Crecimiento también, a raíz de las conquistas de Jaime I, por la incorporación de poblaciones musulmanas del Levante peninsular en una cifra que se ha estimado en unas 150.000 personas. Crecimiento, por último, del que da testimonio la propia Crónica de Alfonso X el Sabio cuando cuenta las dificultades del monarca castellano para encontrar pobladores de sus reinos con los que repoblar Murcia, y de los pobladores catalanes que allí se asentaron en su lugar: "e porque no podía haver gentes de su tierra que poblasen, vinieron y poblaron muchos catalanes de los que eran venidos a poblar en el reino de Valencia".
Posiblemente el punto álgido, al menos para la mayor parte de la Corona de Aragón, se alcanzó en algún momento del primer tercio del siglo XIV cuando Barcelona, al decir de C. Carrére, pudo estar cerca de los 50.000 habitantes; la isla de Mallorca llegó a los 61.700 (26.780 en la capital y 34.920 en el campo), en 1329, según F. Sevillano, y la saturación demográfica causó conflictos entre los habitantes de Valencia y los señores del entorno a causa de la escasez de tierra cultivable.

A partir de ahí empezaron las dificultades, que inicialmente fueron sobre todo crisis de subsistencias a causa de malas cosechas y problemas de aprovisionamiento: en 1310-1314 y 1324-1329 hubo unos primeros años de escasez de cereal, especialmente en el reino de Valencia; en 1333-1334 los países de la Corona de Aragón, en general, conocieron una hambre terrible, a causa de la cual, según estimaciones, probablemente exageradas, de los contemporáneos, murió una gran parte de los campesinos pobres de Cataluña, y Barcelona perdió unos 10.000 habitantes, mientras los precios alcanzaban en esta ciudad y en Valencia niveles insólitos; y en 1340-1347 ("l'any de la gran fam") se produjo, al menos en territorio valenciano, el ciclo más largo y quizá mortífero de escasez. Aparecieron también en estos años algunos primeros brotes epidémicos: en 1331 en Mallorca y en 1326 y 1334 en Valencia. A distancia, estos datos pueden interpretarse como los inicios de la inversión de la tendencia expansiva que desde siglos empujaba a los países de la Corona de Aragón, aunque probablemente los contemporáneos en general (excepto hombres como el cronista catalán que definió 1333 como "lo mal any primer") no tenían conciencia de que empezaba una nueva fase.

Las fuentes achacan las carestías a malas cosechas ocasionadas por accidentes climáticos y a dificultades por obtener grano de otros países, o bien porque también allí carecían de ellos o bien porque los conflictos político-militares dificultaban el transporte. De hecho, las crisis frumentarias, de tipo antiguo, fueron habituales en Europa los siglos anteriores a la industrialización, aunque probablemente durante el siglo XIV se produjeron con mayor frecuencia. ¿Por qué? En el fondo, la única explicación plausible es que el sistema productivo feudal alcanzaba sus límites, y la sociedad se mostraba incapaz de producir los alimentos que necesitaba para su población en crecimiento. Malthus, que lo vivió en su época tenía, pues, razón, y no debe ser criticado por lo que dice, sino por lo que calla: que la particular estructura de clases del sistema feudal, con el peso de la sustracción (señorial, fiscal, eclesiástica) y el nivel de subyugación (servidumbres) de los productores, que coartaba la inversión e impedía el progreso técnico, condenaba a la sociedad a una forma de crecimiento extensivo de alcance limitado, es decir, que, a partir de un determinado nivel, el crecimiento de la población y de la producción no podían seguir el mismo ritmo. Con Malthus, se podría pensar en un movimiento que se reequilibra a sí mismo: las mortandades eliminarían el sobrante de población o incluso más, con lo que pronto se podría reanudar el crecimiento.

Una vez más el razonamiento es lógico, pero se olvida la reacción señorial ante la caída de la renta que va a consistir en exprimir más a los supervivientes, profundizando la crisis y retardando así la recuperación.

En este contexto, un factor añadido, accidental, pero muy grave, fue la Peste Negra de 1348, que en Cataluña -y quizá en el conjunto de la Corona- debió eliminar a un 20 por ciento de la población aproximadamente, y sus rebrotes durante más de un siglo: en 1362-1363, 1370-1371, 1373-1375, 1380-1381, 1383-1384, 1395-1397, 1401, 1410-1411, 1428-1429, 1439, 1448, 1450, 1458, 1465-1466, 1475-1477, 1483-1486, etc. Estos años los países de la Corona de Aragón, de forma desigual, sufrieron los efectos de las epidemias que diezmaron generaciones y muchas veces eliminaron a la población infantil, con lo que destruyeron los eslabones necesarios para asegurar los relevos generacionales y, con ellos, la continuidad de las explotaciones. Las malas cosechas y el hambre reaparecieron entonces castigando con fuerza desigual, aunque con mayor gravedad que antes (a veces durante largos años), a los pueblos de la Corona: carestías de 1351, 1355-1359, 1367, 1374-1375, 1385, 1389, 1393-1405, 1416, 1422, 1424-1427, 1429-1430, 1435, 1438-1442, 1444, 1446-1447, 1475, etc.

Las pérdidas de población causadas por la Peste Negra y los rebrotes epidémicos de la segunda mitad del siglo XIV se han estimado entre un 30 y un 60 por ciento, y, aunque el segundo porcentaje es claramente exagerado, es imposible pronunciarse con firmeza, puesto que no disponemos de fuentes adecuadas para calcular globalmente la cifra de habitantes de la Corona anterior a las grandes mortandades. Disponemos, en cambio, de fuentes fiscales, que, aunque no sean muy de fiar (Ch. Guilleré encuentra que en la Gerona de la segunda mitad del siglo XIV el 25 ó 30 por ciento de la población escapaba a los registros fiscales), nos dan una idea aproximada del movimiento de la población durante la segunda mitad del siglo XIV y el XV. A partir de datos extraídos de los primeros fogajes (13591360, 1378-1381) y del morabetín de Mallorca (1329, 1343, 1350) se ha calculado que antes de la Peste Negra la Corona tenía como mínimo un millón de habitantes (unos 500.000 Cataluña, unos 200.000 Aragón, unos 200.000 o 250.000 el reino de Valencia y unos 50.000 las Baleares), cifra que contrasta con el potencial demográfico de los vecinos reinos de Castilla y Francia.